Trekking: ¿Mar o montaña?
Uno de los dilemas más frecuentes cuando se planifica una excursión o escapada tiene que ver con el destino escogido: ¿es mejor mar o montaña? Y aunque la elección final no sólo depende de las características geográficas del entorno, nosotros tenemos una cosa muy clara: a la hora de hacer trekking, tanto la costa como los parajes montañosos son una opción idónea.
¿Sorprendido/a? No nos extraña, ya que muchas personas ni se plantean el litoral como un escenario para hacer senderismo. Pues bien: en Lidl, nos hemos propuesto demostrarte que los entornos marinos son también un marco perfecto para tus próximas caminatas.
A continuación, te explicamos las principales diferencias entre ambos lugares y te ofrecemos algunas ideas para desconectar y disfrutar haciendo kilómetros. ¿Estás preparado/a?
Dos aspectos fundamentales: el clima y altitud
Al margen de las diferencias paisajísticas entre el mar y la montaña, hay dos factores que debes considerar a la hora de elegir entre una y otra. Uno de ellos es la climatología. Si te decantas por zonas montañosas, recuerda que las temperaturas suelen ser más bajas que en el litoral, debido a la altitud sobre el nivel del mar (msnm).
También serán más extremas, pudiendo pasar de un calor sofocante a mediodía a noches muy frías (recuerda que la temperatura desciende 5 °C por cada kilómetro de altitud). Por eso, si tienes previsto acampar, necesitarás ropa de abrigo, mantas térmicas y sacos de dormir alpinos (de tipo momia).
En cuanto a las lluvias, éstas suelen más abundantes en las zonas de montaña debido a la presencia de vegetación. De ahí que sea necesario llevar siempre en tu mochila un chubasquero o capelina, y elegir siempre un calzado impermeable (también te irá genial para salvar riachuelos).
Antes nos hemos referido también a la altitud como una variable que hay que analizar. Ésta no afecta únicamente al clima, sino también a la composición del aire. En efecto, si tu ruta se desarrolla por encima de los 900 o 1.000 msnm, es posible que experimentes una mayor sensación de cansancio al caminar, ya que la cantidad de oxígeno ambiental será menor.
Por otro lado, si el recorrido tiene lugar cerca del mar, debes tener en cuenta que la humedad incrementa la sensación térmica de frío o calor, lo que en muchos casos puede suponer una dificultad añadida a tu ruta.
Finalmente, conviene referirse a las diferencias de flora: mientras que en la montaña te aguarda una vegetación adaptada a climas más fríos y húmedos, convirtiéndose en alpina en las cotas más altas —con abetos y pinos negros—, esto varía en la costa. Al tratarse de un área de transición entre el medio acuático y el terrestre, las plantas son más variadas. Predominan normalmente las plantas suculentas, como los cactus, y las adaptadas a los ecosistemas de las dunas, como las uñas de gato.
Cómo orientarse en la montaña
Dejando a un lado las diferencias climáticas, las rutas de montañas encierran un desafío añadido respecto a las que se desarrollan en el litoral: las dificultades de orientación, lo que obliga a ir aún más equipado que en zonas de mar. Además de mapas, brújulas y aplicaciones de móvil, existen pequeños trucos que pueden ayudarte a ubicarte. Ahí van algunas de las más frecuentes:
- Musgo. Presente sobre troncos y piedras, suele crecer hacia el norte, ya que es la zona más sombría y húmeda.
- Telas de araña. Acostumbran a estar en la cara sur de los árboles.
- Paredes y rocas. Suelen estar más secas en la parte sur, debido al sol.
- Restos de nieve. Habitualmente, se concentran en la zona septentrional de las montañas.
- La dirección en que se mueven las nubes, que generalmente es de oeste a este. Sin embargo, esto no funciona siempre así.
- La estrella polar, que indica el norte.
- Las marcas de pintura en los árboles, con las que se señalizan los senderos de gran recorrido (GR) y los senderos de pequeño recorrido (PR).
Ideas de rutas de mar y montaña
A pesar de las diferencias entre los enclaves montañosos y marinos, lo cierto es que nuestro país puede presumir de magníficos itinerarios en ambos contextos.
Por lo que respecta a la montaña, los Pirineos —donde se enmarca parte del camino cátaro, conocido como la ruta de los Hombre Buenos—, los Picos de Europa —en los que destaca la ruta del Cares, un sugerente recorrido de 11 km entre las localidades de Caín (León) y Poncebos (Asturias)—, el Parque Nacional del Teide, las Bardenas Reales, en Navarra, o la mallorquina sierra de Tramuntana, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2011, son un acierto seguro.
En cuanto a las rutas que se despliegan junto al mar, conviene referirse a lugares tan idílicos como el Camino de Ronda, que discurre por la Costa Brava y que antiguamente era utilizado por la Guardia Civil para controlar la frontera marítima y evitar el contrabando. Tampoco desmerece, dentro del Camino de Santiago, el bellísimo Camino del Norte, que permite conocer preciosas localidades costeras de Euskadi (como Portugalete), Cantabria (con la monumental Comillas como aperitivo) y Asturias.
Por otro lado, la comarca barcelonesa del Maresme, al norte de la ciudad de Barcelona, también permite disfrutar de las mejores vistas sobre el Mediterráneo mientras caminas; por ejemplo, yendo de Canet de Mar, famosa por sus construcciones modernistas, a la turística Calella de Mar por la costa (8,2 km).
En Galicia, conviene mencionar el hermoso Camiño dos Faros, en la Costa da Morte; en Menorca, el Camí de Cavalls; en Murcia, la ruta del GR92, y en la provincia de Castellón, el Parque Natural de la Sierra de Irta, que se extiende a lo largo de 15 km junto a la costa, entre Peñíscola y Alcalà de Xivert.
Con todas estas sugerencias, e independientemente de si prefieres mar o montaña, ya no tienes excusa para no empezar a quemar suela por algunos de los rincones más bellos de tu geografía.