7 falsos mitos sobre alimentación infantil
Son muchos (¡muchísimos!) los mitos sobre alimentación que circulan entre la sociedad. Las causas de su existencia son varias. El caso es que, sin conocer a veces su origen, los mitos empiezan a intercambiarse de forma frenética entre nosotros, y es complicado ponerles fin. Nuestro deber como profesionales de la salud es educar sobre los mitos en alimentación. Por eso, en este artículo se desmienten falsos mitos sobre la alimentación de los más pequeños.
1. “La lactancia materna es dolorosa”:
Dar el pecho no debería doler. La principal causa cuando duele es porque no hay un correcto agarre; la lactancia materna no es, y no debe ser, dolorosa. A pesar de ello, como vemos a menudo en los grupos de apoyo a la lactancia materna, hay muchas mujeres que lo sufren. Si el bebé no se agarra bien al pecho puede provocar dolor, grietas o mastitis a la madre, y hacerle abandonar la lactancia precozmente por este motivo. En estos casos, hay que saber que el dolor indica que hay un problema y la madre debe buscar ayuda con el médico, grupo de apoyo o asesora de lactancia para encontrar la causa y resolverla. El uso de “copas de grietas o pezoneras” puede resultar útil en algún caso, pero es mejor solucionar el problema de base.
2. “Las papillas alimentan más que la leche”:
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda, a partir de los 6 meses (período de lactancia materna exclusiva y a demanda) continuar con la lactancia, junto con alimentos complementarios apropiados, hasta los dos años de edad o más. Esto quiere decir que la leche de la mamá debe tener un importante peso en la dieta infantil también a partir de los seis meses, periodo a partir del cual otros alimentos la “complementan”, no la sustituyen.
En esta etapa de alimentación complementaria es habitual pensar que la leche “alimenta” menos a nuestros bebés que lo que le damos dentro de una cuchara, pero, en realidad, ocurre justo al revés.
Según un estudio llevado a cabo en hogares de Madrid, 100ml de leche materna aportan unos 4,4g de grasa y cerca de 70kcal, mientras que 100g de una ración de papilla de verduras con pollo aportan unos 2,8g de grasa (un 36% menos) y unas 50kcal (un 29% menos). Recuerda que la grasa es un nutriente clave en los bebés, ya que queremos que crezcan, y que la leche materna debería seguir siendo la principal fuente nutritiva durante todo el primer año de vida. El hecho de que nuestros hijos sigan tomando leche a demanda resulta, como ves, transcendental. Por eso, lo ideal es ofrecer primero la leche y después el resto de alimentos que la “complementan”.
3. “Hay que comer de todo”:
A partir del año, la mayoría de los bebés ya pueden comer lo mismo que el resto de la familia, con algunas pequeñas variaciones si es necesario.
Pero el concepto “comer de todo” o “comer muy variado” a menudo es erróneo o se entiende de forma errática. Sólo hace falta que nos paseemos por un gran supermercado para darnos cuenta de la enorme variedad de alimentos que podemos comprar, muchos de ellos demasiado ricos en azúcares, grasas o sal. En tus manos está que en casa abunden alimentos frescos y alimentos saludables (mejor aún si solo son éstos a los que dejas entrar). Si es así, deja que los niños regulen los nutrientes que necesitan con una correcta selección de los alimentos disponibles en casa (saludables, claro).
4. “Obligar al niño a comer” o “insistirle en que coma saludable”:
Hay que tener presente que no todos los niños comen la misma cantidad de alimentos y, por lo tanto, no es bueno compararlos entre ellos. Cada niño o niña tiene unas necesidades diferentes que, además, varían a lo largo del tiempo. Por ejemplo, muchos niños, hacia el año, comen la misma cantidad o menos que cuando tenían 9 meses, dado que el crecimiento durante el segundo año de vida es menor que en el primer año, periodo en el que los bebés crecen más rápidamente que en ninguna otra etapa de su vida.
Así, pues, como son realmente pocas las situaciones en las que el niño no come y queda comprometida la salud – caso en el que hace falta la supervisión del equipo de pediatría – la mejor manera de proporcionarle la cantidad de alimento que necesita es respetando su sensación de apetito. Presionarlo para que coma o para que se acabe el plato nunca va a ser una buena opción.
Del mismo modo, insistirle para que coma saludablemente no va a servir tampoco. El binomio más eficaz para que coman saludablemente es dar ejemplo y tener alimentos sanos a mano. Éste es el único “método” con base científica para conseguir que los niños acaben alimentándose de forma saludable.
5. “Los purés hechos en casa siempre son mejores”:
Algunas familias recurren a los tarritos comprados o purés industriales por falta de tiempo o para utilizarlos en alguna ocasión concreta, como salidas y viajes.
Los tarritos deben estar preparados bajo estrictos controles sanitarios, cumpliendo las normativas de la Reglamentación Técnico-Sanitaria de la Unión Europea. Por lo tanto, su utilización es completamente segura, respetando siempre las condiciones de uso y conservación indicadas en el etiquetado.
Pero, una vez más, nos tendremos que fijar en los ingredientes del producto y su etiqueta, al igual que si lo preparamos en casa nos tendremos que fijar en los ingredientes para su elaboración. En los alimentos para lactantes y niños no se debe añadir azúcar, miel, edulcorantes ni sal. Es conveniente evitar la sal en la preparación de las comidas, así como ofrecer alimentos muy salados. En general, evitar o reducir la sal en la preparación de los platos es beneficioso para toda la familia y, en algunas ocasiones, los purés hechos en casa tienden a usar más sal. ¿Quieres prepararle a tu bebé un puré de calabacín y patata, por ejemplo? No te pierdas esta deliciosa receta.
Según el tipo de alimentación complementaria que escojas para tu bebé, no hace falta triturar los alimentos y no hace falta preparar una comida especial. Lo importante, los prepares en casa o no, es priorizar alimentos e ingredientes saludables, sin añadir sal o azúcar, respetando la señal de saciedad del pequeño y que se vaya acostumbrando a comer alimentos típicos de la familia.
6. “El desayuno es la comida más importante del día”:
En los países industrializados los desayunos más habituales están cargados de azúcar. Durante mucho tiempo se ha dicho que ésta era “la comida más importante del día” y que un desayuno saludable debía contener tres grupos de alimentos: lácteo, cereal y fruta.
Ahora sabemos que no tiene por que ser así, que no existe un “desayuno ideal” como tal, sino que lo verdaderamente importante es que el desayuno conste de alimentos saludables y que el equilibrio entre los diferentes grupos de alimentos se consiga a lo largo del día. En este sentido, debemos evitar en el desayuno alimentos ricos en azúcar como galletas, bizcochos, cereales de desayuno (la mayoría con una gran cantidad de azúcar añadido), mermeladas, zumos de fruta (aunque sean caseros), batidos de chocolate o repostería; y también evitar alimentos ricos en sal y/o grasa saturada como embutidos o quesos grasos.
Esto es aplicable a los desayunos de toda la familia, pero especialmente importante en el de los más pequeños de la casa.
Ejemplos de desayunos saludables podrían ser: tostadas de pan integral con aceite de oliva y un bol de fruta fresca con yogur natural sin azúcar, o bien un vaso de leche o bebida de soja enriquecida en calcio con un bocadillo de pan integral con tortilla a la francesa y una manzana.
7. “Negarles alimentos insanos”:
¿Has escuchado alguna vez que “prohibir es despertar el deseo”?
Pues es una frase que debemos de tener muy en cuenta en el ámbito de la alimentación infantil. Ya hemos visto antes que algunas tendencias habituales de los progenitores de forzar a los niños a comer no son recomendables; pues bien, restringir el acceso a determinados alimentos tampoco no lo es, ya que, por una parte, pueden facilitar la sobrealimentación y posibles aversiones y, por otra parte, generar un interés excesivo en alimentos prohibidos.
¿Y qué hacemos, pues, con los alimentos poco saludables? Lo mejor es “no ofrecer y no negar”: es decir, no tenerlos en casa y no comértelos tú delante de tus hijos, pero tampoco negárselos. En muchas ocasiones, el “problema” es más el entorno del niño: en casa de los abuelos, cumpleaños de sus amigos, etc. son contextos en los que es más fácil que entren en contacto con alimentos poco saludables. Recuerda, la clave está en predicar con el ejemplo.
Laia Rovira.
Dietista-Nutricionista especializada en Alimentación Infantil.
Colegiada nºCAT000096.